La 23º edición del Cosquin Rock nos ha dejado decenas de anécdotas, experiencias e incluso a más de uno le llegó la caña de un fin de semana sin límites ni condiciones. El festival de música más importante de Argentina ha reunido las pasiones culturales de su gente en una comunión que año tras año suma adeptos.
Para el primer día fuimos directo a donde comienza la acción que no es sino en la famosa previa argentina. Esa experiencia que se da únicamente en inmediaciones del predio. Desde temprano el público se reúne en las calles e incluso hasta cocina, come y bebe en vía pública.
El calor y la humedad se convirtieron en la excusa perfecta para andar con el 131 y así es que dimos con el refrán característico de la zona “A agua que no has de beber, hazla hielo para el ferne’“. Se trata de una bebida de extractos de hierbas combinada con gaseosa cola, la más emblemática de Córdoba.
Luego de transitar los alrededores que estaban repletos de puestos de comida callejera, venta de remeras y merchandising no oficial de diseños inéditos, nos vimos en hora de ingresar.
Las prioridades del primer día eran claras, ir en búsqueda del clásico rock argentino. El que ha formado una escuela en la región y ha sabido ser de lo mejor. Nuestra jornada comenzó en el –Escenario Sur– donde vimos la banda de rock emergente Winona Riders con un estilo psicodélico desafiante. Nos quedaríamos en ese escenario a la espera de La Mississippi, una auténtica banda de blues rock con más de 35 años de trayectoria. No defraudaron, sonaron abismal y nos dieron el primer vacilar de la tarde.
Al comienzo del atardecer nos dirigimos a la –Casita del Blues– para ver a Wayra Iglesias, una cantante surgida en el seno familiar de La Renga y ha logrado convencer a gran parte de su público. Su concierto destaca su talento vocal finamente trabajado desde muy pequeña.

Llegada la noche nuestro cronograma continuaría con la primera superposición del festival: ver la juventud irreverente del fenómeno Dillom y ver la famosa “aplanadora del rock” Divididos de Ricardo Mollo. Logramos ver con éxito gran parte del repertorio de ambos artistas situados en los escenarios principales. El contraste generacional ha sido a tope. Mucha adrenalina, smosh y tierra en el aire de ambos extremos del predio.
Sin dudas uno de los momentos más emotivos ha sido cuando el maestro Ricardo Mollo se vio visiblemente conmovido por la respuesta del público. Sucedió al cantar uno de los grandes clásicos de todos los tiempos “Spaghetti del rock” en el cual el público lo acompañó en un increíble espectáculo de voces unidas al unisono.

Sumergidos ya en la noche daríamos cierre a la jornada con una sucesión de artistas de gran trayectoria. Primero fue el turno de la leyenda Skay Beilinson, histórico guitarrista de la emblemática banda Patricio Rey junto al Indio Solari. Su concierto ha sido magistral, virtuoso y contundente, sin lugar a dudas ni reclamos. Luego sería el turno de los uruguayos de La Vela Puerca y su sonido rioplatense repleto de instrumentos de viento para darle al público un clima de kermés.
En ambos casos hemos visto gran parte del repertorio e incluso nos alcanzó el tiempo para experimentar los shows de artistas como Dante Spinetta (Escenario Boomerang), Babasónicos y Los Auténticos Decadentes (Escenario Norte) y Tiago Pzk (Escenario Montaña). Como para tomar dimensión de todos los géneros y estilos presentes a lo largo de seis escenarios. Desde el ingreso hasta el final recorrimos cada rincón del aeródromo para ver en carne propia el rock que habita y palpita entre las sierras de Córdoba.
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Pasaron apenas 8 horas del final de la primera jornada y con menos de 6 horas de sueño el día parece no haber terminado. Hay quienes se quedan deambulando la noche afuera del predio, “eligen seguir de largo” nos dicen los fanáticos que nos cruzamos.

Ya en la segunda y última jornada el itinerario marcaba las siguientes bandas y artistas: Nenagenix, Odd Mami, Mimi Maura, Catupecu Machu, Usted Señalemelo, Ciro y los Persas, Slash, Riel, El Zar, Las Pelotas, Duki y Molotov. Siempre con el objetivo de conocer el rock en todas sus expresiones y formas, desde la actitud hasta una filosofía de vida. Es por eso que sumamos desde el rock más alternativo a lo más reggae.
Entre los nuevos exponentes del rock alternativo emergentes de Argentina sin dudas figuran Nenagenix y Odd Mami, dos propuestas con matices post punk y dream pop, aunque se traten de fusiones amplias. Sus shows fueron cortos, mostrando lo mejor de cada repertorio. Con poca interacción con el público ya sea por el poco tiempo o para mantener la atención lograda lo más posible.
Aún así han sido atractivos, las guitarras al mejor estilo shoegaze de Nenagenix y la voz con matices noventosos de Odd Mami lograron su objetivo. Ambos proyectos pertenecen al joven sello Bohemian Groove al cual pertenece Dillom y es el artista más resonante del catálogo.
Al rato nos dimos un respiro para experimentar el reggae tradicional de Mimi Maura que nos ha deleitado con sus arreglos vocales y líricas folclóricas combativas. Siempre resulta atractivo darse tiempo para acercarse al reggae y su música ancestral, sin dudas influyentes para el rock actual.
Ya entrando a la noche, transitando las últimas horas del festival fuimos directo al Escenario Montaña, donde habría una seguidilla de bandas explosiva: Catupecu Machu y Usted Señalemelo.
Este fue sin dudas uno de los puntos máximos de la jornada, un viaje de los 90’s al 2000 entre una doble batería y sintetizadores. Ambas bandas estuvieran a la altura, con setlists plagados de éxitos e incluso nuevas canciones como en el caso de los mendocinos, quienes se encontraban presentando su último álbum “Tripolar“.
De por medio realizamos varios viajes de ida y vuelta a los escenarios Casita del Blues y Boomerang,
allí vimos a Riel y El Zar respectivamente. Dos sonidos que nos parecieron interesantes, un post garage contemporáneo y los nuevos exponentes del indie. El viaje de ambas agrupaciones nos brindó ese retorno al presente, a lo actual y fresco de la escena. Fue por una gacetilla que conocimos a Riel, mientras que a El Zar nos fue imposible ignorar, sus primeras visitas al país estuvieron marcadas por los sold out.
Para el gran cierre de la noche teníamos una columna de artistas que nos han brindado altas dosis de rock desde nuestra adolescencia. El ex Los Piojos, Ciro y los Persas sería lo apuntado como principal por ser la primera vez que lo vemos. Mientras que Las Pelotas había que ver, como ediciones anteriores, a modo amuleto, ¡bendición para volver el próximo año! Pero también teníamos de por medio Slash y Molotov, sumando un artista de género totalmente opuesto: Duki.
Creo que esta maratón fue locura a tope, el correr en la oscuridad por el predio para alcanzar a escuchar un puñado de canciones. Valió la pena cada gota de sudor. Vivimos de primera mano la mística ritual que porta Ciro, nos agasajamos con la increíble performance de Slash, fuimos bendecidos por Germán Daffunchio (Las Pelotas) en el pogo de “Shine”.
Nos quedaba solo un ítems más, algo que meditamos a lo largo de los dos días y era ver a la estrella urbana Duki. Nos sorprendió, quedamos impactados por el despliegue visual y efectos que tiene su show. Además de sus canciones que, pese a tener una perspectiva más banal no restan a la impronta del propio músico. Esto nos deja por conclusión que la actitud es todo en el rock y que pese a los cambios generacionales ¡el rock no pierde sus mañas!

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